Jon Rahm, número uno del mundo, concluyó el Abierto de España de golf alejado de la victoria, lastrado por el mal rendimiento de la tercera jornada que le impidió una remontada hacía el podio el último día, en el que un 'bogey' en el segundo hoyo le sacó directamente de la pelea.
El golfista vasco, que en las dos primeras jornadas se mostró como uno de los principales candidatos a la victoria con un -8 y un -4, pagó caro el bajo rendimiento que tuvo en el tercer día de competición en el Club de Campo Villa de Madrid.
Encuadrado en su grupo de partido con el español Adrián Arnaus y el holandés Wil Besseling, Rahm siempre fue a remolque en su juego y todo lo que podía ir mal le salió mal, como reconoció después.
En el hoyo 3 realizó un 'bogey' y en el cinco un 'doble bogey'. De esos dos fallos no se recompuso, pese a anotarse dos 'birdies' en el 7 y 9. En el 12 y 13 volvió a cometer dos fallos con sendos 'bogey' que le sacaron mentalmente de la partida aunque acabó con un 'birdie', el cuarto de la tarde, en el mismo sitió donde lo realizó la jornada precedente.
Así, la última jornada, Jon Rahm, en la que compitió junto con el inglés Ross McGowan y el escocés Grant Forrest, la afrontó a seis golpes del líder, el también español Rafa Cabrera Bello. El objetivo era remontar esa diferencia, como ya logró hace dos años en el Abierto de Irlanda.
Sin embargo, desde el principio, el golfista vasco vio frenadas sus ilusiones. En el hoyo 2 realizó un 'bogey' y en el siete otro. Mientras tanto, sus rivales seguían sin fallar, por lo que el resto de hoyos fueron un mero trámite para escalar alguna posición, concluyendo la última jornada con cuatro 'birdies' y 69 golpes (-2).
El golfista vasco, doble ganador del Abierto de España en 2018 y 2019, aspiraba a repetir esos triunfos para igualar con tres títulos al legendario Severiano Ballesteros, que consiguió subir a lo más alto del podium en 1981, 1985 y 1995.
Pese a su discreto papel en Madrid, el golfista de Barrika. foco de todas las miradas durante los cuatros días del campeonato, fue despedido con una inmensa ovación por parte de la afición española que llenó el Club de Campo.