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opinión / 13 de noviembre

Lo más parecido a una final

4/02/2020 - 

VALÈNCIA. El del sábado ante el Leganés es el primer punto de inflexión real de la temporada. Un cara a cara sin excusas ante un rival revitalizado en todos los aspectos. Ganar es esencial y volver a tropezar ni se me pasa por la cabeza porque habría fundamentos incuestionables para sentir el miedo al precipicio. No es una final, pero se lo parece muchísimo. Que el Levante sea el único equipo de la máxima categoría que no ha puntado en 2020 entierra cualquiera posibilidad de apuntar alto, obliga a echar la mirada atrás y a cruzar los dedos para que los perseguidores no saquen la cabeza. Estancados con los 26 puntos del cierre de la primera vuelta, ahora el margen con la zona roja es de ocho. La victoria en el minuto 94 del ‘Lega’, actual tercero por la cola empatado a guarismos con el Mallorca, no hace más que ratificar que los objetivos se logran en las últimas diez jornadas del curso. Que no hay que dar nada por hecho de antemano. Que hacer previsiones ambiciosas acaba siendo un brindis al sol o un sueño utópico. Al final no me quedará otra que darle la razón a los que piensan que a este equipo no le alcanza para más que al mínimo de la permanencia. Partido a partido, las urgencias irán en aumento y solamente los que sepan gestionar las emociones llegarán a buen puerto.

Con la derrota es muy fácil caer en argumentar que en Primera División cuesta mucho ganar a cualquiera o que el camino a seguir es el de la segunda parte del Camp Nou. Claro que ese es el Levante al que aferrarse, el más reconocible, pero sin perdonar tanto. Y también que este Barcelona dista mucho de esa versión arrolladora que encerraba a sus rivales y no les dejaba respirar. Muchas veces he repetido, y he recibido algún estirón de oreja que otro desde dentro, que no me gusta escuchar a los míos aferrándose al presupuesto del rival o a la diferencia de calidad en la plantilla para minimizar los errores que han propiciado volver a casa de vacío. Sobre todo porque este equipo ha demostrado que puede poner contra las cuerdas y derrotar a cualquiera. Lo entiendo como un mensaje de exigencia, ambición y de no conformarse. La realidad es que la racha de cinco derrotas seguidas (cuatro en Liga y la eliminación en Copa del Rey en el Sánchez Pizjuán) ha generado una sensación de desconfianza de puertas para fuera. Espero que en el vestuario no sea así y el sábado es el momento de demostrarlo. Es un tópico, pero un triunfo cambiaría la perspectiva porque la pelotita siempre acaba marcando la pauta. Hay que ir a machete frente a un Leganés que seguro jugará con los síntomas de ansiedad que se atisban en Orriols. Habrá que tener paciencia en el terreno de juego y en una grada que, como siempre, responderá a la llamada.

Paco López debe rodearse de los jugadores que mejor estén. Con sus aciertos y sus errores, por supuesto que ese es su propósito semana tras semana. En esa lista de actuales secundarios que viven a la sombra de los más protagonistas, Hernani pide pista. Es diferente y en el discurso valiente y atrevido en el que más cómodo se siente el Levante es una pieza que es primordial que empiece a encajar. En él hay un potencial tremendo, pero lastrado por sus desconexiones en la estructura defensiva. En momentos con tantos nubarrones, el míster acapara más focos que nadie. Jamás abogaré por el azote resumido en un puñado de caracteres porque no ayuda a revertir la situación, ni que desde dentro tampoco haya filtro a la hora de aguantar las discrepancias por no haber puntuado en 2020 y se entienda que en el ambiente reina la destrucción. Es necesario canalizar las críticas, quedarse con las constructivas y no ver más allá porque no estamos para perder el tiempo. 

Creo que la plantilla vive muy cómoda con los debates externos que giran alrededor del entrenador. Ese escudo les salvaguarda. Un equipo con alma competitiva, concentrado desde el principio hasta que acabe la prolongación de turno, con oficio y comprometido desde el primero al último, está por encima de dibujos tácticos. Hay carencias que vienen arrastrándose, pero aún hay motivos para no quedarse con una salvación sobre la bocina en una temporada señalada. La autocomplacencia reduce la exigencia; ese acomodarse al ‘casi pero no’ y que al final haya que sujetarse a las cuerdas para no caer a la lona. Me niego a pensar que en el vestuario haya relajación. Sobre el terreno de juego, el primer paso contra el Leganés es dejar por fin la portería a cero. Ya son 17 partidos consecutivos en la máxima categoría sin conseguirlo, un registro histórico alcanzado en Pamplona y que aumentó en el Camp Nou en la primera vez que el Levante de Paco encadena cuatro derrotas seguidas en Liga. Desde el 21 de septiembre, en el 0-0 al Eibar, Aitor Fernández no sonríe tras dejar su guarida inexpugnable.

El mercado de fichajes de invierno eclipsó la cita en Can Barça. Entre el bloqueo desde el Wanda y los últimos movimientos de fichas, el encuentro apenas generó vibraciones positivas. Ni rastro de la victoria de la primera vuelta ni de las dudas en el enemigo desde la llegada de un viejo conocido como Quique Setién. Con Bruno, la vuelta de Koke, sin Cabaco ni Oier me quedo igual. Ni hay una mejoría en la plantilla ni tampoco tengo la sensación de que haya empeorado. Aunque su adiós coincidió con su presencia más continuada en el once inicial, Cabaco no era indiscutible para Paco López. Pero ni él ni ninguno de los otros cuatro. Por una tecla u otra, el Levante no tiene en su plantilla a un central de jerarquía. La pareja Vezo-Postigo es la que más se puede aproximar a esos parámetros. Por su parte, Oier ha vivido a la sombra del guardameta que más ataja de la competición doméstica. Pudo marcharse al Alavés y al final ha sido el Espanyol el que ha pagado traspaso. Tanto en Cornellà como en Vitoria, su rol de partida no cambia.

Con la marcha del charrúa, del suplente de Aitor y la inyección por el regreso de Chema a España, la realidad económica del 30 de junio se aligera, pero todavía no es suficiente. Datos al margen, y creyendo que deportivamente no va a afectar, el yugo asfixia algo menos. “La gente pensaba que el hecho en sí de tener que vender llevaba a pensar en la salida de un solo jugador”, insistió el presidente Quico Catalán en la presentación de Bruno. Se han dado las circunstancias para ampliar el abanico. Además hay futbolistas cedidos que están brillando y darían dividendos como Moses Simon en el Nantes o un Pepelu que es una de las revelaciones en Portugal. Aunque en el caso del canterano, la idea es que vuelva para echar raíces. Veremos si eso así porque se está convirtiendo en un imposible que la factoría de Buñol crezca y los chavales acaban obligados a buscarse las castañas lejos de casa. 

Hay que ajustar cuentas, pero también proyectar el futuro con el hambre de jugadores como la joya de Denia, y no solamente poniendo más guapo al Ciutat o siendo la envidia del resto con una Ciudad Deportiva que tiene una pintaza tremenda por lo menos en el vídeo proyectado en su día en la Junta General de Accionistas. Seguro que habrá líneas que escribir sobre el futuro de futbolistas como Campaña, eternamente ligado al Sevilla y ahora más tras confirmarse que Banega se marchará al acabar la temporada al equipo saudí de Luis García (Al Shabab), Roger, al que el Espanyol volvió a llamar en enero, o Bardhi, con pretendientes en el mercado europeo. Son los tres ejemplos más llamativos, pero habrá más. Cualquier negociación de la dirección deportiva pasa por resistir con los mejores. Con lo que hay es suficiente para cumplir el expediente, pero el riesgo a jugar con fuego seguirá presente. Para dar un paso más, este vestuario necesita un reciclaje al margen de la cantidad obligada a recaudar.

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