OPINIÓN 13 DE NOVIEMBRE / OPINIÓN

Estoy preocupado y mucho

24/11/2020 - 

El Levante está en crisis. Lo digo por si alguno no se había percatado. Sí, estoy preocupado y mucho. Y quiero pensar que Paco López también lo está, aunque públicamente dijera lo contrario, sino me resultaría imposible argumentar su continuidad ya que todo tiene un límite si la historia no cambia. Su respuesta fue una nueva demostración de que es un escudo perfecto para los que escurren el bulto y entonan el ‘sálvese quién pueda’. Estoy convencido de que por dentro tenía unas ganas locas de encalar a más de uno. ¿Hace bien en no crucificar públicamente a nadie de los suyos? Lo que tengo clarísimo es que su discurso, en una rueda de prensa telemática que sin mi amigo Jordi Giménez ya no es igual, no ayuda a suavizar una imagen cada vez más deteriorada. En el Levante, y en muchísimos clubes más, el entrenador es el único que sale a dar explicaciones, antes y después de cada partido, y se focaliza todo el empastre en él (que mucha culpa tiene por supuesto que sí), pero me encantaría que otros con igual o más mando en plaza se aplicaran el cuento y expusieran otras situaciones que condicionan un futuro que al final depende de lo deportivo. Claridad, proximidad y transparencia. Suena fácil, pero resulta muy difícil de ejecutar.

Es una torpeza mayúscula abordar la realidad (siete jornadas sin ganar y 4 puntos de los últimos 21) desde la tranquilidad (porque no existe), desde el ‘no pasa nada’, desde la excusa o pensando erróneamente en que el equipo juega mejor que los puntos que tiene. En ese ejercicio de no morder a alguien en el pescuezo, Paco repite un discurso que no se sostiene porque los resultados no llegan: que hay que seguir insistiendo para mejorar y que el equipo cree, lo intenta, pero con muchos desaciertos. No es un consuelo. Esto es fútbol y manda la pelotita. Los últimos cuatro 1-1 seguidos están siendo un calvario. Hay que tener mucho estómago para soportar a un Levante que no transmite, que no aprovecha sus superioridades (Granada y Alavés), que solamente da muestras de solvencia en 20-25 minutos iniciales (Elche) y que convierte cada segunda parte en un ‘Expediente X’, en un misterio sin resolver. Han desaparecido esos resquicios de ese Levante que enamoraba y desquiciaba a partes iguales. Ya no hay ni esa montaña rusa de emociones. Hay equilibrio, pero de guarismos negativos. ¡Qué lejos han quedado esos fogonazos de frenesí! ¿Qué queda de esos momentos de lucidez?

Hay que salir de este bucle, hay que cambiar y dejar de huir hacia delante. Hay que bajar al barro, ponerse el mono de obrero y guardar el esmoquin. La realidad es la que es y parece que cuesta asumirla. Hay que quitarse la venda. O por lo menos nadie todavía se ha atrevido públicamente a reconocer sin medias tintas que este no es el camino. Un mensaje en redes sociales tras cada desliz, que casi siempre no sale del jugador en cuestión y sí del CM (Community Manager) que las gestiona, no ayuda a cicatrizar las heridas y suele provocar alguna respuesta crispada y muchas veces desmedida del granota que expulsa su cabreo en un puñado de caracteres. Ni tampoco unas fotos del Ciutat o unos tuits del equipazo de fútbol sala ocultan que el pilar fundamental de la resistencia se tambalea. La autocomplacencia sigue devorando al Levante. Lo he repetido más de una vez: los lemas se han tragado la autocrítica y la exigencia. Me veo de nuevo cruzando los dedos para que haya tres equipos peores y acabar respirando por otra permanencia sufrida.

Ojalá la destitución de Paco fuera la solución como así se extiende cada vez más, pero esto va más allá. No hay que aguantar por aguantar si no se cree. No se cuándo, pero el de Silla acabará pagando los platos rotos si no es capaz de reactivar a una plantilla que, salvo contadas excepciones, se preocupa más por su futuro que por un presente que da pánico. Esos que no entienden que si las cosas ruedan al revés, veremos quién llama a su puerta. Esos que no se comen al colegiado en un posible penalti sobre Clerc (interpretable, pero por lo menos hay que obligarle a que vaya al VAR) y que malgastan el tiempo (Campaña) en protestar en una falta a favor en el minuto 92, que luego se convierte en una acción desperdiciada porque no va a nadie. El andaluz no ha vuelto desde la llamada de la selección. El Levante lo necesita por muchos motivos, pero no a cualquier precio. Por meritocracia y jamás por imposición. Su lenguaje gestual es inapropiado para un jugador con tanta trascendencia. Hay que ser inteligentes (él también) y no devaluar el producto. No ayuda reconocer que necesitas vender para cuadrar números.

Esto no es una ONG, esto no consiste en hacer amigos ni en tomar decisiones que agraden, ni de cara a la galería, ni porque el DNI del futbolista sea más o menos relevante, ni por creer que se está en deuda con alguien. Paco debe ejercer de líder más todavía porque la dinámica no cambia. Su cuerda tiene pocos agarres y su futuro es azul oscuro casi negro. Si alguno tuerce el morro (los hay que ya han sacado la patita) por muy mediático que sea, que apechugue. Nadie es imprescindible. El mejor Levante era el que funcionaba como bloque, que hacía de la austeridad y el sacrificio su seña de identidad. El líder era el equipo en colectivo. Unos guerreros. Alma, carácter y mala leche. Pero aquello pasó y reciclar a la versión actual a aquella resulta imposible y tampoco es una garantía. Pase lo que pase, con o sin Paco López, con la necesidad presupuestaria de tener que vender sí o sí, y ojalá que con la continuidad en Primera División, este vestuario ha caducado.

Hay futbolistas que están muy por debajo de su nivel y el míster tiene un alto porcentaje de responsabilidad en este bloqueo. Es un secreto a voces que el problema del Levante es futbolístico y de confianza. El equipo ha dejado de proponer, incluso hasta el Elche le arrebató esa posesión que ganaba aunque fuera para generar prácticamente lo mismo, y esa realidad asfixiante genera un miedo absoluto a acabar cometiendo ese ‘horror’ de turno y verse en la obligación de remar contra la corriente y devorados por la ansiedad. Cuando el escenario se enturbia, la falta de soluciones ofensivas es preocupante. Son tantas cosas: fragilidad defensiva que el sábado se agudizó a balón parado, un engranaje que no protege a una retaguardia que parece mucho peor de lo que es, una intensidad cuestionable, balones perdidos en zonas de influencia, los cambios no surten efecto, las broncas sin sentido y fruto del agobio de la clasificación, la escasez de líderes, la inexistencia del ‘otro fútbol’ y la mencionada inoperancia en la definición. El viernes en Pucela (21:00), en un partido trascendental en noviembre y en la jornada undécima, se medirán los dos únicos equipos que no han podido dejar su portería a cero en lo que va de campeonato. Delante habrá un Valladolid reforzado tras conquistar Granada (1-3), encadenar dos victorias seguidas para escapar de la zona de descenso y devolver al Levante al furgón de cola (antepenúltimo con mejor diferencia de goles) junto a Huesca y Celta, todos con siete puntos, a dos del conjunto blanquivioleta de Sergio González. 

“La ilusión hay que renovarla cada día y si no, hay que preguntarse si se quiere seguir aquí. Son muchas jornadas hablando de lo mismo y dándole la vuelta al calcetín y la conclusión es parecida”. “Este vestuario tiene jugadores muy validos a nivel profesional y personal, pero cuando algunos no empujan, el resto se contagia. No tiene que quedarse todo en palabras”. Estas fueron algunas de las muchas perlas que en su día manifestó Rafa Benítez en una conferencia de prensa previa a un encuentro de la Liga de Campeones con el Valencia. Fue una explosión de realidad, para algunos desmedida. ¿Veis paralelismos con el Levante? 

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