VALÈNCIA. En los años veinte -100 después de las primeras andanzas del club- el marceladismo triunfará; Parejo se convertirá en vigía moral en su salto a las oficinas; los murciélagos Gayà, Ferran, Soler y Kang In liderarán una década repleta de insurgencia contra rivales superiores; Mestalla se convertirá en solar con pisos; se estrenará nuevo estadio con un replanteamiento de Mark Fenwick (el que hace dieciocho); se cambiará de presidente al menos tres veces con la llegada de nombres que no conocíamos hasta el momento; y, entre tanto, el VCF campará, como siempre voraz y flexible, contra sus propios límites y complejos.
Bien, en la próxima década lo más posible es que no ocurra nada de lo anterior. Sería lo más coherente teniendo en cuenta la imprevisibilidad genética del Valencia. Pero si hay que imaginar algunas claves de lo que espera en los próximos años, imaginemos:
Uno. El club más allá del club
Es sencillo escudarse en el oficialismo del club para sostener la desafección. Pero los últimos años y, sobre todo, el Centenario, mostraron que hay club sin el club. O mejor: que el club va mucho más allá de su propio corsé corporativo. Las iniciativas independientesno son solo posibles, sino indispensables. En la música, en la historia, editorialmente, en el ensanchamiento social. Hemos terminado un año repleto de proyectos sin más sello que la voluntad colectiva. Ese recorrido, si sigue y no es flor de una efeméride, garantizará la solidez del Valencia del futuro. Normalmente el atractivo hacia el exterior emana a partir del cuidado en el interior.
Dos. Manual frente a las desdichas
A estas alturas ya deberíamos estar preparados para dar por por descontados alguna series de catastróficas desdichas, como las que asolan al club de tanto en tanto. Y, en cambio, gracias a la flexibilidad innata de la que goza la entidad, poder seguir a pesar de ellas. El 2019 fue un enorme ejemplo. Los desastres no justifican la renuncia. El Valencia lleva décadas acostumbrado a competir ‘a pesar de’. Tiene ventaja sobre los rivales para sobrellevar los ciclos levantiscos. En una década terrible en muchos aspectos societarios, el Valencia es el cuarto equipo de la Liga con más puntos. A los que estamos alrededor nos sirve de inspiración poderosa: en lugar de escudarse en la frustración, persistir pensando en el largo plazo. Las noches de recompensa terminan viniendo.
Tres. El relato es no encontrar el relato
En un momento de fugacidad visual donde es imprescindible sintetizar el sentido de un club, el desdén continuado del Valencia para explicarse a sí mismo (nunca lo ha necesitado demasiado) es precisamente su condición más elemental. El Valencia no sale a buscar su relato, por eso lo encuentra en la ausencia de la búsqueda. Y así seguirá siendo por muchas piruetas que hagamos.
Cuatro. Las señales de Paterna
Un Centenario con un núcleo influyente de canteranos en el equipo, ‘fabricados’ en medio de la agitación de la década, proyecta un modelo vital para el club. El territorio es importante y puede definir (no lo hace por defecto) una manera comprometida de jugar, una conciencia propia del lugar del club. Este equipo, repleto de límites pero con un compromiso por encima de la norma, es el mejor vivero posible para desarrollar el espíritu competitivo del Valencia local. Repito, local. Porque o es local o será intrascendente.
Cinco. Cómo cambiar Mestalla
Parece probable que en los años veinte el Valencia cambie de estadio… incluso si se queda en el mismo. Resolver un impás que ya dura tantos años no ayudará a ampliar demasiado la masa de espectadores (en su momento, la coartada para un nuevo campo) pero debe llevar a ordenar el porvenir, dejar de vivir en la hipótesis. Frente a esa oportunidad, un riesgo: despersonalizar la casa del Valencia… o, por el contrario, aprovechar para incidir en su personalidad. Con o sin el viejo Mestalla, el mejor Valencia vendrá por ser más mestallero.
Tenemos ganas.