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Normalizar el desastre

2/11/2020 - 

VALÈNCIA. Madrugada del domingo 1 de noviembre al lunes 2, son las 01:25 horas y estoy acabando de cenar (así de dura es la vida del artista). A esas horas me sorprendo a mi mismo mirando la clasificación y viendo que el Valencia CF ha subido un lugar (del 14º al 13º). Y sobre todo, me sorprendo del cierto alivio que me produce un hecho tan catastrófico como ese y que en otra situación no me hubiera sacado del cabreo. Una hora y pico antes había mucha gente celebrando el empate contra el Getafe (y no me refiero a la alegría de salvar un punto al final cuando se veían los tres perdidos o del espaldarazo anímico que puede suponer para el grupo haberse revuelto contra la adversidad), en otras ocasiones, en otra tesitura, en otro Valencia CF, los dirigentes (señalados por entrenadores y jugadores en diferentes ocasiones) no hubieran tenido ciudad suficiente para correr.

Se ha vendido tanto la catástrofe que se ha acabado interiorizando que una entidad como el Valencia CF luche por llegar cuanto antes a los 42 puntos. Se ha normalizado tanto el pasar hambre, que el día que encuentras una raspa de sardina en un contenedor de basura te vas contento para casa.

Y un servidor se niega a normalizar la catástrofe como algo natural. Porque la milonga del COVID no se la cree ni el que asó la manteca. Se ve que no ha habido COVID en Vigo, Huesca, Cádiz o Elche porque allí sus respectivos equipos sí han fichado. No me creo lo de la "tensión financiera" (un "palabro" que Anil Murthy le escuchó un día a Inma Ibáñez -directora financiera del club- y que desde entonces lo utiliza para todo excepto para pagarle a su guardaespaldas o ponerse morado en diferentes restaurantes de la ciudad) porque hace dos veranos también frenaron en seco las incorporaciones -a excepción de dos "Mendes boys" como Mangala y Correia. Y no me como lo de que "fulanito ha mejorado y puede llegar a ser un buen jugador". Oigan, esto es el Valencia CF y aquí se viene aprendido. Porque la parte enterrada de esa frase es "... Y los puntos que te cueste por el camino convertir tu equipo en un criadero de futbolistas imberbes, ya te lo comes tú con patatas. Y si sale bueno, ya se traspasará a mayor gloria de Peter y su socio".

Y conste que los futbolistas son los que menos culpa tienen. Los que tienen la culpa son los que han vaciado esta plantilla para poner en manos de futbolistas aún en formación el peso de este club. Y pese a que es impopular decir los fallos de los jóvenes porque sale el ejército del blanqueo a decir lo de "los están matando" ser impopular nunca me frenó (en el verano del 2018 dije que me parecía excesivo pagar 40 kilos por Guedes y me llovieron de todos los colores. Los que acudieron al linchamiento no aparecen hoy por ningún lado para volver a reivindicar aquello). Y con la misma libertad que digo que Jaume falla ante el Getafe, con la misma libertad que digo que para lo que cobran futbolistas como Gameiro y Cheryshev deberían ser de los que tiraran del carro, puedo decir que Correia sigue siendo un caos defendiendo por mucho que lo quieran pintar como Cafú, que a Racic le veo maneras pero le veo aún demasiado verde y que probablemente Kang In aporta más de lo que pensamos los que somos escépticos con el surcoreano y bastante menos que lo que pontifican aquellos que llevan tres años pensando que es la reencarnación del Diego del 86. Y pese a ello, que nadie les confunda: los propios futbolistas son los menos culpables de la situación. Callar y aplaudirles todo ni es la solución, ni les ayuda. 

Hay que apoyar más que nunca a entrenador y futbolistas (es lo único de verdad que nos queda en todo este desastre), pero sin confundir crítica constructiva con aquellos que piden impunidad para construir un silencio cómplice. Y sobre todo, hay que saber dónde estamos: peleando por reunir lo antes posible los 42 puntos. Pero no me pidan que normalice el empequeñecimiento de este club a manos de un dictadorzuelo asiático tan autoritario como cobarde que ha hecho -junto con sus empleados en esta ciudad- de la mentira un modo de vivir riéndose de la música y del que la toca. No me piden que asuma en qué han convertido a este club, porque por ahí empiezan a morir las vinculaciones emocionales. Y si perdemos también eso, apaga y vámonos.

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