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Bombeja Agustinet! / OPINIÓN

Cainitas

4/11/2020 - 

VALÈNCIA. No hace mucho calculé que había visto unos 1.100 partidos del Llevant UD. Docenas de ellos, sobre todo en casa, fueron de acoso y derribo al rival, sin éxito. Es más fácil destruir que construir. Y el cerrojazo funciona a veces. Piensen en los años 80, cuando llegaban a Orriols modestos equipos que jugaban en campo de tierra. Sólo con saltar al césped y observar el estadio –vacío a menudo, pero no por ello menos imponente– decidían colocarse los once bajo el larguero. Y repartían estopa de una forma que hoy conllevaría penas de cárcel.

Cuando el gol se resiste ya se pueden hacer conjuros… Largueros y palos, penaltis no señalados, goles salvados en la raya, trifulcas, paradones del portero, un balón que se colaba, da en la espalda de un compañero y acaba en saque de puerta. Puede pasar de todo. Contra el Granada el Llevant hizo mucho para vencer, pero no lo consiguió, algo que sucede a menudo. Hay quien no lo ve así, claro.

Llevamos siete partidos. Repasemos. En Mestalla el Llevant atropelló al eterno rival, pero no supo gestionar su superioridad y se dio de bruces con el innato gen competitivo del Valencia. En el Sadar bordó el fútbol. Ante Sevilla y Madrid pudo tener mejor suerte y puntuar. En San Mamés llegó el desastre, que mejoró sólo un poco ante el Celta, aunque debió ganar. Y lo de Granada. Con este bagaje y cinco puntos una parte del levantinismo –minoritaria pero ruidosa– pide la cabeza de Paco López.

López es un gran tipo, dicen, un levantinista a quien debemos mucho, pero no es capaz de cambiar el rumbo de un equipo que va directo a Segunda. Sus ideas no funcionan. No sabe gestionar la plantilla. Etcétera. En fin. López tiene defectos como entrenador, claro. Como todos. Y en la crónica de cada partido servidor trata de descubrirlos y analizarlos, como el primero, pero en esta razia polarizada, sin matices, parece que subyacen otras cosas que se alimentan, además, de los tiempos maniqueos que vivimos, tan alejados de Aristóteles y su célebre divisa "in medio virtus", de la razón y la inteligencia… Aunque, bien pensado, tal vez el fútbol siempre se haya instalado más cerca del populismo exacerbado que de otra cosa. Disculpen si suena a reprimenda moral. No lo pretendía.

Así, la idea de destituir a Paco se extiende como la pólvora, a pesar de que, hoy por hoy, hay pocas razones objetivas para defender el argumento. El hombre salvó a un equipo en descenso en su primer año y ha mantenido al Llevant en Primera, con amplia holgura el curso pasado. Es el entrenador con más partidos en la élite y lógicamente se ha ganado un crédito. Y todo ello, aunque haya quien no lo entienda o lo comparta, no está reñido en absoluto con las críticas.

El terreno para el acoso (al míster) está bien abonado: los granota somos gente acostumbrada al baile de entrenadores. ¡Qué pocas veces uno nos ha durado más de un curso o dos! Hemos llegado a tener ocho en dos temporadas. Lo de López, de hecho, es insólito. Desde los gloriosos tiempos de Juanito Puig, “la Leyenda”, nadie ha dirigido más partidos que él.

Somos, además, cainitas como pocos. Eso de que alguien declare su lealtad por estos colores y triunfe aquí no nos va en absoluto. Estaba Iborra a punto de marcharse al Sevilla y aún se escuchaba en los vomitorios del Ciutat que no sabía ni dar un pase. Por el contrario, si alguien llega de fuera y cae con el pie derecho, casi que le pedimos perdón por no ser un club a su altura. Ese papanatismo me pone furioso, lo confieso.

López, ese buen chico que ya no sabe cómo levantar esto. Quico, que ha tenido suerte de que la pelotita entrara. Roger, el tronco que nadie entiende cómo ha conseguido jugar en Primera. Iborra, un tuercebotas. Latorre, un paquete. Nuestra historia más gloriosa está trufada de desprecios intolerables. Creía que con el tiempo cambiaríamos, pero, por el contrario, ya casi superamos al vecino en los defectos que tantas veces le hemos atribuido. Es terrible esto nuestro. Parecía que éramos diferentes, que el Llevant era otra cosa. Tres lustros coqueteando con la élite y estamos irreconocibles. Es lo que hay.

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