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Las "chinitas" del derbi

4/05/2022 - 

VALÈNCIA. "Es muy fácil para los entrenadores venir y soltar la 'chinita'", dijo Bordalás tras el derbi. Alessio había comentado diez minutos antes que el Levante había entrado en el juego "de perder tiempo" del Valencia en los últimos quince minutos de la primera parte, y al alicantino nadie se lo tuvo que contar. Ya lo había escuchado. Preso de su irritación cada vez que sus homólogos mentan el estilo de sus equipos, Bordalás no dudó en tirar él mismo su 'chinita' particular y repasar varias jugadas en las que Figueroa Vázquez no toleró de inicio, y de manera premeditada, que se perdiera un solo segundo. Y tenía razón el entrenador del Valencia: órdenes a futbolistas rivales de servir de banda aun con un futbolista tendido en el césped o amenazas de amonestación al mínimo gesto -habitual en todo equipo que se precie, con 1-0 a favor y un hombre menos sobre el campo- de arañarle una milésima al crono. Pueden ustedes ver esas acciones si revisionan el encuentro. El caso es que el colectivo arbitral también prepara sus partidos y a este Valencia lo tienen bien estudiado. Ocurre y no pasa nada. Es lógico.

Más allá de ser esa actitud más o menos reprobable, lo realmente indiscutible es, simplemente, que el "juego del Valencia" es verdad. Es lícito -con el mismo, de hecho, otros técnicos que deben caer mejor salen a vítores cuando tocan metal-, pero no es una mentira repetida mil veces, como desliza Bordalás. Repetida, sí, las veces que quieran, pero verdad. Como también lo es que Bordalás cocina sus propias 'chinitas'. Es difícil abanderar el estilo que propone porque para desplegarlo como Dios manda hace falta presionar cuando los árbitros sean implacables -porque muchos, como Figueroa, lo serán-, enfrentar a los entrenadores rivales cuando se lamenten -porque la mayoría, como Alessio, lo hará-, y alzar la voz cuando vengan mal dadas -porque a veces, como ahora, la suerte se pone de espaldas-. Controlar el escenario público viene dentro de la caja del "otro fútbol" que se le aplaude a según qué técnicos. O lo dominas o pierdes. O, si quieres, juegas más bonito. Una de tres, pero para jugar a una cosa has de saber lidiar con la otra.

Bordalás se mueve bien en esos pantanos. Tanto que incluso traspasa al club que dirige el flujo de críticas hacia su método. Habla de "corriente contra el Valencia" cuando la corriente no va en contra del Valencia, sino -justa o injustamente- contra él. Lo hacía también en Getafe cuando negaba públicamente una fórmula que en el campo le bañaba de éxito. Su Geta era agresivo y jugaba poco -más que este Valencia, eso sí-, sin embargo a él no le gustaba que se diesen cuenta. Es más, al alicantino le encaja enarbolar el discurso de la indignación para esconder sus penas debajo de la alfombra. Su Valencia le hizo una ocasión al equipo más goleado del campeonato y que, por más que haya perfeccionado sus artes en defensa, sigue concediendo ocasiones por castigo. Si el Levante fue más solvente en Mestalla se debió, en gran parte, a la inoperancia ofensiva de su rival. De eso, hoy, se habla menos en la acera blanquinegra de la ciudad, con la temporada acabada y Europa en japonés antiguo. Éxito de Bordalás y de los cientos de frentes económicos y sociales que tiene abiertos el club.

Y al otro lado de la puerta, Alessio Lisci. Mientras a la derecha del ring el bueno de Pepe oía la rueda de prensa, a la izquierda el italiano sabía perfectamente que cualquier pincelada sobre el manido "juego del Valencia" iba a traer cola después de la polémica actuación de Figueroa. La diferencia es que el entrenador del Levante mide menos su alegato. Alessio es natural para lo bueno y para lo malo. Por eso comentó en la previa aquello de que si él "fuera el Valencia" -que no "si fuera Bordalás"- trataría de descender al vecino. En realidad, por más que alguno quisiese sacar punta a una declaración espontánea en la última pregunta de la conferencia, el romano nunca guardó en su bolsillo ningún dardo a su oponente. Al contrario. Su franqueza le excusa de cualquier acusación de encendedor de partidos y le delató cuando, cuestionado por las cuentas que necesitan los suyos para salvar la categoría, admitió que el empate "podía valer" en el derbi si, más tarde, el equipo ganaba en otras plazas. Con la que cae en Orriols, probablemente no fuese la reflexión que necesitaba su parroquia antes de la final del sábado. 

Y, para finales, las que "se ganan". Es curioso, pero el premio gordo de las controversias del último derbi del año en Primera se lo llevó un rótulo. Aquel slogan verde y blanco -'Las finales se ganan'- que anunció la marcha cívica granota desde el Ciutat a Mestalla fue, esta sí, la verdadera 'chinita' de la tarde. Una piedra afilada que el mismo Levante puso bajo su propio zapato antes de echar a correr. Con la posibilidad de ponerle el lazo al descenso en casa del eterno rival, envalentonarse con aquel mensaje fue, cuanto menos, osado. Si la mezcla entre desasosiego, crispación y orgullo valencianista tras la derrota de la final de Copa iba a enrarecer el ambiente en la grada, el famoso cartel no hizo más que añadirle el toque innecesario de picante. No ofensivo, en ningún caso, pero al menos sí contrario a los intereses levantinistas. El slogan no tenía vuelta posible: ni era de cualquier color ni era una cita al aire. ¿Iba a salir el Valencia a ganar con más ahínco por difundir el anuncio desde el club? Con menos, seguro que no. 

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