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opinión

El vestuario insólito

28/11/2019 - 

VALÈNCIA. Vivimos un ciclo extraño. Normalmente el clavo ardiendo, el cabeza de turco, la víctima sencilla con la que explicar los problemas apremiantes, siempre fueron los vestuarios. Por venenosos, por indolentes, por las dos cosas a la vez. Ante eso, la frase más recurrente ante un verano: ‘hay que hacer limpieza en el vestuario’.

A estas alturas puede estar sucediendo justo lo contrario. Me da la sensación que lo único que sostiene al club es el vestuario. La mayor certidumbre. Gayà caído después de un partido de vértigo contra el Chelsea era la imagen fácil para ilustrar el momento. Se vacían, acuden a las citas, planta cara. Y luego está el resto, las múltiples taras, las incorrecciones, los constantes fallos en este nuevo episodio ‘21 Días Perdonando al Chelsea’.

Cuesta no mirar atrás y elucubrar con lo que sería capaz el Valencia de este ciclo si hubiera disfrutado de un poco más de estabilidad, de un poco más de cuidado, de un poco más de persistencia. Desde Gabriel el rudo hasta Wass, desde Soler y Ferran a Maxi, desde Coquelin a Rodrigo (cuando se pulsa demasiado el interruptor la luz acaba yéndose), o desde Costa a Parejo, hay un empeño irrenunciable por intentarlo. No solo es que cuando llegó Celades este grupo no fue lo suficientemente cicatero como para hacerse a un lado, sino que al contrario sigue dispuesto a intentarlo.

El entrenador tiene con qué. Cualquier reproche tras el miércoles tiene fácil parapeto: ¿viste las ocasiones que fallaron?, ¿el penalti, las puertas vacías? Pero con eso, no debe bastarle al cuerpo técnico. No se puede permitir un equipo que se deja llevar por sus propios tirones. El sistema defensivo del equipo tiene carencias muy graves, se fatiga en demasiados tramos, le llegan como por torrenteras. En cambio, sí, en cuanto se vuelca, genera, abre al rival.

En esa indefinición puede marcharse la temporada oportunidad tras oportunidad. Sería un verdadero derroche. Porque, insólito, hay un vestuario voluntarioso como pocos al que, elemental, no le basta con su simple voluntad.

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