VALÈNCIA. Ha llegado un momento en el que lo más sano para el levantinismo es que la temporada acabe cuanto antes y se mire al futuro con otra mirada. Aún quedan nueve jornadas de agonía, de un realismo frustrante con un final escrito desde hace tiempo por mucho que hayamos querido aferrarnos al más mínimo fogonazo de esperanza. Respeto a los que todavía crean, a mí me cuesta una barbaridad, pero igualmente estaré en mi butaca del Ciutat en los cinco partidos que restan y animaré al equipo. No creo que haya muchos más ilusionados que los que están de puertas para dentro del vestuario y que no tirarán la toalla por profesionalidad hasta que no haya vuelta de hoja... o así debería ser. El panorama choca con cualquier atisbo de ilusión. Hay que asumirlo sin frenarse ni lamentarse. La maquinaria debe funcionar con precisión porque el fútbol no espera a nadie. Estas semanas mientras se certifica la defunción deportiva son claves para adelantarse al resto de rivales que no tienen claro su futuro. No creo que haya dudas ya sobre si gestionar el siguiente proyecto en Primera o en Segunda División.
Aunque parezca imposible, el escenario puede enredarse más si cabe. Lo ha hecho en forma de contratiempos físicos en jugadores que, para colmo, deberían erigirse en salvavidas ante la preocupante situación económica. 34 son las lesiones que han azotado a una plantilla a la que le sale todo al revés. Una barbaridad que debería reformular de una vez por todas la estructura de los servicios médicos en sus distintas ramificaciones para encontrar una explicación coherente a tanto disgusto, reducir la estadística y también el grado de desconfianza que reina en más de un futbolista que necesita escuchar un diagnóstico paralelo fuera de Orriols para enterrar sus miedos y quedarse más tranquilo. Porque esto no es nuevo. Es un peaje que se viene arrastrando y no se ha enderezado. Fue uno de los ‘caballos de batalla’ durante la pasada temporada, con un amplio número de futbolistas (no tantos como ahora) que tuvieron que frenar.
El KO de De Frutos es un palo más a esa posibilidad remota de resurrección y un revés a la necesidad de hacer caja si o sí. Quedan menos de 100 días para que llegue ese 30 de junio en el que existe la obligación de vender por 10,43 millones de euros y el segoviano es, sin duda, el futbolista con mayor rendimiento económico y deportivo. Su imagen retirándose del campo cojeando en el último partido en casa ante el Espanyol se ha traducido en una lesión mas grave de lo esperado en su pie derecho, que aunque tras pasar por el quirófano marcaba un tiempo de baja de tres meses y con ello decir adiós a la temporada, el jugador se resiste a despedirse en la enfermería y luchará por apurar sus opciones hasta el último instante. Me suena más a una pretensión de no devaluar el producto en el mercado que a una posibilidad real de recuperación supersónica y que con ello podamos disfrutar un poquito más de él.
Es una pena que el yugo económico y no haber hecho los deberes sobre el terreno de juego vayan a precipitar la marcha de un futbolista diferencial, con el que se podría construir un sólido proyecto de regeneración. Está claro que no es un futbolista de Segunda División. Es un secreto a voces que De Frutos oxigenará con su salida las arcas del Levante. En el pasado mercado de invierno, en esos 15 millones de euros que se pudieron ingresar, según palabras del presidente Quico Catalán, y que se declinaron por no debilitar a la plantilla en su propósito de lograr la permanencia, era uno de los dos jugadores por quien se llamó a la puerta con una propuesta sobre la mesa. El otro fue Vezo. Esa oferta en invierno era del extranjero, el Getafe no ha escondido que lo quería y está a la espera y también su nombre ha sido vinculado con el Valencia.
La lesión no ha reducido su cartel, pero no ayuda a que pueda incrementar su valor. Hay unos cuantos equipos que le siguen de cerca y es normal. Cuando el desenlace está tan claro, los focos siempre apuntan a los futbolistas que se salvan de la quema y Jorge es uno de ellos. No hay que olvidar que el Levante solamente tiene el 50 por ciento de los derechos económicos del jugador. La otra mitad pertenece al Real Madrid. Es granota hasta 2025, con una cláusula de rescisión de 30 millones, y los blancos tienen la posibilidad de recuperar al extremo desembolsando los 15 ‘kilos’ que corresponden a su mitad. Ojalá que la última instantánea de De Frutos no haya sido abandonando el campo antes de tiempo en un encuentro en que le cosieron a palos.
Los ocho puntos de distancia (más el golaveraje) con el cuarto por la cola (Cádiz), quedando 27 en juego son una losa demasiado pesada, aunque esto va más allá de lo numérico. Solamente queda eso de ‘bajar con dignidad’ y comprobar quiénes sentirán el fracaso y seguirán en pie para recuperar el terreno perdido de inmediato. Desafortunadamente sin el cosquilleo deportivo y eso que todavía quedan partidos ‘disfrutones’, la perspectiva se aleja de los que va a suceder en el campo y apunta a los despachos, al de Felipe Miñambres y al del presidente Quico Catalán.
Hay muchos nombres propios. Lo primero será acertar en el inquilino del banquillo. Los que me conocéis sabéis que firmaría el regreso de Luis García con los ojos cerrados. No soy Felipe. No estoy en su cabeza. Que la elección definitiva (que estoy seguro de que el DD ya la tiene en la cabeza) sea por convicción, nunca por reclamo popular. El entrenador es el eslabón más importante de un proyecto que no debe presentar fisuras para acometer el ascenso. Tiene que ser el líder. Con Alessio Lisci, lo único que pediría, como he hecho más de una vez, es que no sea una víctima más de una temporada decepcionante y que se sepa reconocer el ‘marrón’ que se ha tenido que comer en su primera experiencia en la máxima categoría. Pase lo que pase, estoy convencido de que va a salir reforzado de este ‘máster’ de supervivencia. No he visto a nadie en el Levante con más apoyo por parte del aficionado que el míster italiano. Es uno de los nuestros.
Hay mucha plancha que ordenar entre futbolistas que acaban contrato, otros que con el descenso tienen la puerta de salida abierta y habría que negociar su continuidad para retenerlos, los que por necesidad se espera que generen una inyección económica y los que se bajarán del barco y buscarán acomodo fuera de Orriols. Las dos versiones actuales de Bardhi me vuelven loco: intrascendente en el Levante y brillando con Montenegro. El ‘caso Campaña’ y su cláusula liberatoria que podría convertirle en el chollo del verano aún dará muchos capítulos. Habrá que replantear el contrato de Morales, libre en caso de descenso como Clerc y Miramón. Y el ‘tema estrella’ es el futuro de Pepelu, la renovación prioritaria en estos momentos. Esta negociación es una cuestión de proyecto, de confianza, de tener un plan definido. Y con Pepe se ha hecho todo menos eso. Su levantinismo es incuestionable, pero no a cualquier precio. Es de los pocos rasgos de identificación para el granota de base.
Creo que aún hay tiempo para llegar a buen puerto y construir una estructura de garantías con él como uno de los ejes vertebradores. Porque el Levante no se va a sostener de por vida en Morales y Roger y hay que dar galones a nuevos referentes que si además se han criado en la casa y se lo merecen, pues mucho mejor. De ahí, la renovación de Cárdenas, el crecimiento en el primer equipo de Marc Pubill y Cantero, el blindaje de Borja Cortina, central zurdo de 2005, internacional con la Sub-16 y que fue pretendido por el Real Madrid, o el crecimiento del Juvenil A que ha maravillado en la Copa del Rey y con varios de sus exponentes que ya han debutado con el Atlético Levante en Segunda RFEF. Hay luz entre la oscuridad.