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13 de noviembre / OPINIÓN

Más que un problema deportivo

1/12/2020 - 

VALÈNCIA. En Twitter escribía que el quinto 1-1 seguido me había dejado una sensación de  distanciamiento impensable desde que Paco López está en el banquillo. De no sentir nada. De dar por hecho otro desajuste y luego coger aire y apenas celebrar el tanto del empate. La desafección es evidente porque el equipo transmite poco y con poco el rival de marras retrata vergüenzas que parecen irreparables. Pese a que hay poco a lo que aferrarse para que la reacción sea más pronto que tarde, aún creo que esta plantilla tiene capacidad, que hay material pese a que ha entrado en una espiral desconcertante, desperdiciando una opción tras otra y además con condicionantes favorables (las superioridades numéricas ante Granada y Alavés) para despegar. Cada bala perdida es una bofetada a una plantilla anímicamente débil. Quiero creer pese a que el escenario invita a no dejar títere con cabeza ni el catastrofismo va conmigo ni voy a endulzar una realidad preocupante.

El problema va mucho más allá de lo deportivo. Más allá de la determinación inocua en los metros finales, evidenciado en que cuatro de los últimos cinco goles han llegado tras un saque de esquina (el de Vezo en Granada y el de Melero al Elche) y otros dos de penalti (el de Roger al Celta y el de Campaña en Valladolid). O que siempre aparezca ese tanto en contra por un desbarajuste; el último en un ataque a favor y por la autopista en banda derecha que fueron un pasivo Rochina y un acelerado y frágil Son, con Melero mirando, y Vezo permitiendo el cabezazo liberado de Marcos André. El dato es escalofriante, en los 104 partidos oficiales con el de Silla, el Levante ha dejado la portería a cero en solamente 18 (16 en Liga y 2 en Copa del Rey). Y es la primera vez que los granotas encajan en sus 10 primeros encuentros en la máxima categoría. Por un motivo u otro, con la presencia de los tres guardametas. A sus 23 años, Dani Cárdenas se convirtió en el 21º portero en los 526 duelos en la cúspide. Munúa es el que más con 86 y Aitor le sigue con 60.

Por probabilidad no se suma de tres y el silencio sigue siendo el peor enemigo. El ‘no pasa nada’. La autocomplacencia. Es más fácil que Paco dé la cara antes y después de cada jornada y que todas las cornadas se las lleve él. Un respiro (o eso creen) para los que se resguardan en este escudo perfecto. Por supuesto que el míster tiene su alto porcentaje de responsabilidad y merece unos cuantos rejones que encaja como puede. Con sus manías, su tardanza en los relevos y una gestión discutible de los roles de la plantilla, de Valladolid me quedo con que no tiró la toalla, con cambios de estructura sobre la marcha, compartidos o no, y la entrada de futbolistas en el ostracismo hasta el momento como Róber Pier y Coke.

Aún los hay que viven anclados en la nostalgia de la primera temporada de Paco, en esas ocho victorias en once partidos, cuando fue capaz de sacar lo mejor de la plantilla y revivir con unos números de Champions a un equipo muerto. La recuperación de aquel fútbol elitista y que enamoraba suena a quimera. Los que me leéis sabéis lo que pienso sobre el banquillo. Es darle más vueltas a lo mismo. En lo que todos estamos de acuerdo es en la necesidad de una victoria revitalizante porque sino el discurso se cae definitivamente. Paco, que más que nunca depende de los resultados, no pierde el tiempo en pensar en su futuro, ni en la rumorología de los ofrecimientos que llegan a las altas esferas, porque ya tiene suficiente con aguantar el temporal y dar con la tecla para lograr ese triunfo que se resiste desde Pamplona (27 de septiembre) y que cambiaría la perspectiva. Ojalá sea el sábado que viene (a las 14 horas) ante el Getafe, un rival con el que comenzó su etapa en el primer equipo, pero en el Coliseum (0-1, con gol de Coke), y que la temporada pasada se quedó fuera de Europa en su visita al destierro del Camilo Cano (1-0, de nuevo con el sello de Coke). Desde la penúltima posición, ahora el calendario se endurece y tras el ‘Geta’ habrá que visitar al Barcelona y recibir a la Real Sociedad.

Al margen de la figura de Paco López, hay más factores que ya no pasan desapercibidos por nadie. Sobre todo la deficitaria confección de la plantilla, sobrevalorada y debilitada en ambas aéreas; y en el caso de la defensiva sin subsanar una hemorragia adherida sin remedio en el ADN del cuerpo técnico. Además del bajo nivel de jugadores determinantes, principalmente Campaña por todo lo que le rodea, sin olvidar a Aitor, Bardhi, Roger, condicionados por las lesiones (también en otro jugador clave como Vukcevic) o la COVID que azotó para más inri al ‘Pistolero’, Vezo, Rochina o hasta el propio ‘Comandante’ Morales, el cambio fácil en los últimos partidos. La meritocracia chirría en la toma de algunas decisiones durante este tramo de decadencia de resultados y confianza.

El Levante necesita lo que todos en cualquier ámbito de la vida: tener a uno al lado que le ponga las pilas y le haga mejor. Hay futbolistas en esta plantilla que se han acomodado. Los que deberían ser más clarividentes (Campaña y Rochina) están espesos, con un ritmo cansino, sin claridad y así es imposible reconducir el camino. Lo he dicho varias veces y también en tertulias con otros compañeros que este vestuario ha caducado, pero hay que acabar la temporada con los que hay (ojalá viniera un delantero en la ventana de fichajes de invierno y, por pedir, el dichoso central de jerarquía). Posteriormente, y con el condicionante económico que asfixia, es necesario un profundo análisis. Todos los ciclos tienen su final. No es ninguna barbaridad. Le pasa a los demás equipos.

La reconstrucción es necesaria, pero lo primero es la supervivencia sea como sea, con o sin Paco López. En esa reacción primordial de los importantes en horas bajas, en Campaña apuntan más focos que en el resto. No ha vuelto desde que regresara de la selección. El de Pucela, y de penalti, fue su primer gol desde que el 7 de octubre se convirtiera en internacional absoluto. Las alabanzas que ha recibido no le han ayudado. Debe ser más terrenal, recordar de dónde viene, los tumbos sin recompensa que ha pegado por Europa siendo un chiquillo, su paso atrás en su vuelta a España y renacimiento desde el Alcorcón con Muñiz y el impulso que le han dado en Orriols donde es el futbolista mejor pagado, y con mucha diferencia, de la plantilla. El fútbol no tiene memoria. El pasado no desaparece y el ‘24’ lo debe tener muy presente. El Levante necesita al mejor Campaña y el andaluz sabe, o debería, que se está jugando ese futuro que ansía con otra camiseta de más pedigrí. Entiendo a los que piden su suplencia, pero no encuentro un recambio y más en un estilo (modificaciones de dibujo al margen, sin variar su esencia) tan definido como el de Paco.

Lo más grave y más duele es que la afición se ha desencantado. El grado de desunión con jugadores, entrenador, dirección deportiva y Consejo de Administración es perjudicial. Ni ayuda lo que está sucediendo en el terreno de juego ni tampoco la prohibición de acceso a los estadios por la pandemia. Este alejamiento es más prolongado si cabe por la escasez de referentes reales para el seguidor desde hace años. De esos de lucir su nombre en la camiseta y sentirse reflejado. No voy a hacer comparativas con otros clubes porque es evidente que el vacío es tremendo y decepcionante desde que el Levante dejó de ser ‘L’equip dels valencians’. Mientras tanto, el club prefiere apuntar a la vehemencia en las redes sociales como si en el resto no existieran e hicieran palmas cuando las cosas van al revés. Como si dejar de tuitear estos días fuera la solución para vencer a Getafe, Barça y Real Sociedad. Prefiero ese puñado de caracteres, siempre y cuando tengan una finalidad autocrítica y constructiva y no se salga de madre, que los lemas de cabecera que se usan para todo. Aquí no hay término medio: a las buenas a tope y a las malas también. La montaña rusa. El reclamo es muy sencillo y difícil a la vez: alma, intensidad, corazón y transparencia. Ese carácter de rebeldía que seguro imprimiría la afición a los jugadores si pudiera sentarse en su butaca del Ciutat. 

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